Crecer jugando fútbol cada fin de semana fue una constante para Sarah, sin embargo, uno de sus recuerdos más vívidos de esas prácticas no tiene nada que ver con el deporte en sí. Las prácticas duraban varias horas y se hacían llevaderas gracias a un muy apreciado descanso para la merienda. Una semana en primavera, después de salir del campo, tomó su botella de agua y corrió hacia la mesa de meriendas, como había hecho incontables veces antes. Vio una caja de donas en la mesa y, sin pensar, cogió una dona de chocolate y le dio un bocado. En segundos, retrocedió con horror y vergüenza por lo que había hecho y corrió al cubo de basura más cercano para escupirla. La festividad judía de la Pascua había comenzado varios días antes, y definitivamente no debía comer donas, ni, de hecho, ninguna de las otras meriendas. ¿Cómo pudo haber cometido semejante error? No era que se hubiera olvidado de la festividad o que tuviera especial hambre: el problema era que el contexto había cambiado, pero su cerebro estaba atascado en la misma rutina semanal.

Momentos como este le ocurren a casi todo el mundo, pero lo que los hace tan impactantes y memorables es que resaltan una paradoja fundamental en la experiencia humana: a pesar de nuestro sentido de control y propósito en nuestras vidas, una proporción significativa de nuestro comportamiento diario es en realidad impulsada por el hábito. Aunque el grado en que el hábito impulsa el comportamiento humano es difícil de estimar, un estudio pidió a los participantes que registraran sus acciones cada hora y descubrió que casi la mitad de sus acciones se realizaban casi a diario y en el mismo contexto. Los hábitos cumplen un propósito crítico al hacer que nuestro comportamiento sea más eficiente, reduciendo la carga de decisiones que enfrentamos cada día y liberando energía mental para tareas más exigentes. Pero para evitar que los hábitos establecidos interfieran con las necesidades y planes actuales, el cerebro debe ser capaz de usar y alternar entre dos estrategias diferentes: una basada en hábitos y otra basada en objetivos.
- ¿Qué es un Hábito Desde la Perspectiva de la Neurociencia?
- Distinguendo el Hábito del Comportamiento Dirigido a Objetivos
- Los Circuitos Cerebrales Detrás de la Rutina
- El Delicado Equilibrio: Alternando Estrategias
- Cuando los Hábitos se Vuelven Problemáticos: Psicopatología
- El Estrés y la Dominancia del Hábito
- Hábito vs. Comportamiento Dirigido a Objetivos: Una Comparación
- Preguntas Frecuentes sobre la Formación y el Cambio de Hábitos
- Conclusión
¿Qué es un Hábito Desde la Perspectiva de la Neurociencia?
El concepto moderno de hábito fue expuesto por primera vez de forma clara por el psicólogo William James a finales del siglo XIX. Describió el hábito como una rutina, un comportamiento, o incluso un proceso cognitivo que comienza espontáneamente pero se repite automáticamente como resultado de la experiencia previa. Si bien el gesto instintivo de Sarah hacia la dona se basó claramente en experiencias anteriores de tomar meriendas durante los descansos, ¿qué la llevó exactamente a hacerlo ese día? ¿Fue simplemente la vista de la mesa de meriendas o el logotipo familiar en la caja de donas? Los hábitos dependen del contexto; se fortalecen a través de la repetición y las asociaciones con señales del entorno circundante, de modo que su expresión se vuelve dependiente de las señales relevantes. Una vez que se forman los hábitos, la percepción de la señal (en el caso de Sarah, la señal visual de la mesa de meriendas) es suficiente para desencadenar automáticamente la respuesta. Los hábitos no requieren mucha entrada cognitiva porque se realizan rápida y automáticamente; también tienden a ser relativamente inflexibles. Por otro lado, el comportamiento dirigido a objetivos se realiza basándose en resultados predichos o esperados, lo que permite la adaptación a cambios en el contexto.
Distinguendo el Hábito del Comportamiento Dirigido a Objetivos
Para comprender cómo se representan los hábitos en el cerebro, primero hay que ser capaz de distinguir las estrategias habituales y las dirigidas a objetivos en un entorno de laboratorio. Dickinson et al. lograron esto por primera vez estableciendo dos paradigmas experimentales en los que los investigadores manipularon la relación de un comportamiento entrenado con su resultado. El primer paradigma se llama devaluación de la recompensa e implica simplemente reducir la recompensa que sigue a un comportamiento. Por ejemplo, se dice que una rata entrenada para presionar una palanca para obtener una recompensa ha desarrollado una respuesta habitual utilizando este paradigma si continúa presionando la palanca a la misma velocidad incluso si la recompensa se ha vuelto aversiva. El segundo paradigma se llama degradación de la contingencia. Esto implica interrumpir una conexión establecida entre una acción y un resultado recompensado. Por ejemplo, utilizando este enfoque, se diría que la rata tiene una respuesta habitual si continúa presionando la palanca a la misma velocidad incluso si la recompensa se proporciona aleatoriamente, sin correlación alguna con el momento de presionar la palanca.
Desde entonces, los investigadores han desarrollado otros paradigmas conductuales para separar el comportamiento habitual y el dirigido a objetivos que son más efectivos para capturar el matiz del comportamiento habitual en humanos. Por ejemplo, las tareas de “deslices de acción” (slips-of-action) evalúan si los participantes pueden suprimir respuestas previamente aprendidas que ya no producen resultados valiosos, esencialmente la misma situación a la que se enfrentó Sarah cuando accidentalmente tomó la dona. Otros enfoques, como las tareas de decisión secuencial, requieren que los participantes desarrollen una representación interna de cómo está estructurada la tarea y respondan basándose en este modelo cognitivo en lugar de responder habitualmente basándose en la respuesta más reciente.
Los Circuitos Cerebrales Detrás de la Rutina
Con modelos conductuales que pueden desentrañar los comportamientos habituales y los dirigidos a objetivos, los neurocientíficos han podido abordar la cuestión crucial de cómo se representan estos sistemas en el cerebro. Décadas de investigación utilizando una variedad de técnicas, desde estudios de lesión hasta imágenes funcionales y enfoques intervencionistas, han demostrado que existen sistemas separados pero interactuantes en el cerebro para cada una de estas estrategias conductuales. Si bien tanto el comportamiento habitual como el dirigido a objetivos implican conexiones entre la corteza y el estriado, están representados por vías distintas.
El comportamiento dirigido a objetivos se ha relacionado con el circuito corticoestriatal asociativo, que conecta la corteza prefrontal y la corteza orbitofrontal con el estriado dorsomedial. El comportamiento habitual, por otro lado, se ha relacionado con el circuito corticoestriatal sensoriomotor, que conecta la corteza sensoriomotora con el estriado dorsolateral.
A medida que los comportamientos aprendidos se vuelven cada vez más estereotipados y automáticos, el circuito sensoriomotor asume un papel más activo en la codificación de las características del comportamiento. Sorprendentemente, lesionar componentes del circuito dirigido a objetivos es suficiente para hacer que un animal comience a comportarse de manera más habitual. Esto subraya la idea de que el cerebro se apoya en el sistema habitual cuando el sistema dirigido a objetivos está comprometido.
El Delicado Equilibrio: Alternando Estrategias
Como descubrió Sarah durante el incidente de la dona, el verdadero desafío en nuestra vida diaria es poder cambiar dinámicamente entre estrategias habituales y dirigidas a objetivos. Este equilibrio es difícil de estudiar experimentalmente, pero se cree que depende de la modulación de los circuitos estriatales locales por parte de la corteza. Un estudio elegante exploró esto en ratones utilizando una tarea en la que diferentes programas de intervalo de recompensa permitieron a los animales alternar en tiempo real entre estrategias dirigidas a objetivos y habituales. Al registrar simultáneamente la actividad de las neuronas en diferentes componentes de los circuitos corticoestriatales, los investigadores encontraron que la actividad en la corteza orbitofrontal es necesaria para cambiar de estrategias habituales a dirigidas a objetivos. Este cambio depende de la plasticidad de las conexiones corticoestriatales, un proceso mediado por múltiples sistemas de neurotransmisores, incluyendo la señalización dopaminérgica, glutamatérgica y endocannabinoide.

Cuando los Hábitos se Vuelven Problemáticos: Psicopatología
Las implicaciones de un sistema dual para el comportamiento habitual y el dirigido a objetivos se extienden mucho más allá del alcance de los rituales y percances diarios. Así como nuestros hábitos pueden interrumpir nuestras aspiraciones y objetivos si se arraigan demasiado, los desequilibrios en el comportamiento habitual y el dirigido a objetivos pueden subyacer a ciertas formas de psicopatología. De hecho, ha surgido evidencia creciente de sesgos hacia el comportamiento habitual en una variedad de trastornos conductuales compulsivos, incluyendo el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), el síndrome de Tourette y el abuso de sustancias.
Las tendencias habituales en los trastornos conductuales compulsivos podrían tener dos posibles explicaciones biológicas: una dependencia excesiva de los procesos habituales o una regulación inadecuada del control dirigido a objetivos. El grado en que estos posibles mecanismos subyacentes contribuyen a la compulsividad sigue siendo un área activa de investigación. Un estudio reciente realizó neuroimágenes en sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo mientras completaban una tarea de decisión secuencial. Los resultados sugirieron que los déficits de los sujetos en la planificación dirigida a objetivos estaban asociados con una disminución de la conectividad funcional entre los componentes del circuito asociativo dirigido a objetivos. Estos resultados son consistentes con un consenso emergente de que los sesgos habituales en el trastorno obsesivo-compulsivo pueden estar relacionados con interrupciones en los circuitos subyacentes al control dirigido a objetivos.
El Estrés y la Dominancia del Hábito
Un posible factor de confusión en el vínculo entre el comportamiento habitual y la psicopatología es que el comportamiento habitual también está altamente regulado por el estrés. Así como tu nerviosismo antes de un examen importante o una entrevista de trabajo podría llevarte a depender más de tu rutina matutina, se ha demostrado que el estrés agudo y crónico aumenta la dependencia de los sujetos en estrategias habituales tanto en estudios con animales como con humanos. Aunque depender del hábito cuando se está estresado puede aumentar el riesgo de errores al no adaptarse a los cambios contextuales, probablemente representa una reasignación adaptativa de recursos cognitivos para reducir la probabilidad de un rendimiento poco confiable en general.
Hábito vs. Comportamiento Dirigido a Objetivos: Una Comparación
| Característica | Comportamiento Habitual | Comportamiento Dirigido a Objetivos |
|---|---|---|
| Control | Automático, inconsciente | Consciente, deliberado |
| Flexibilidad | Baja, rígido ante cambios contextuales | Alta, adaptable a nuevas situaciones |
| Carga Cognitiva | Baja, eficiente | Alta, requiere esfuerzo mental |
| Base del Comportamiento | Depende de señales contextuales (cues) | Depende del resultado esperado (valor del objetivo) |
| Principal Circuito Cerebral | Corticoestriatal sensoriomotor (Estriado dorsolateral) | Corticoestriatal asociativo (Estriado dorsomedial) |
Preguntas Frecuentes sobre la Formación y el Cambio de Hábitos
¿Cuánto tiempo tarda en formarse un hábito?
No hay un número mágico. La idea popular de "21 días" es un mito. La investigación sugiere que el tiempo necesario varía enormemente dependiendo de la persona, el hábito específico y las circunstancias. Puede ir desde un par de semanas hasta muchos meses. Lo importante es la consistencia y la repetición en el mismo contexto.
¿Se pueden romper los hábitos?
Sí, los hábitos se pueden romper o, más precisamente, reemplazar o inhibir. Requiere un esfuerzo consciente y la activación del sistema de control dirigido a objetivos. Identificar las señales que desencadenan el hábito y cambiar la rutina o la recompensa asociada es clave. El cerebro no "borra" la vía habitual, sino que aprende a inhibirla o a generar una respuesta alternativa.
¿Qué son las "3 Rs" del cambio de hábitos?
Las "3 Rs" son un modelo conductual popular para cambiar hábitos: Recordatorio (la señal que dispara el hábito), Rutina (el comportamiento en sí) y Recompensa (el beneficio que refuerza el hábito). Cambiar la Rutina o la Recompensa asociadas al Recordatorio original es una estrategia común para modificar un hábito.
¿Por qué es difícil cambiar los hábitos?
Es difícil porque los hábitos son vías neuronales eficientes y automáticas que el cerebro ha construido para ahorrar energía. Están profundamente arraigados, especialmente en el estriado dorsolateral. El estrés también puede hacernos recaer en viejas rutinas. Requiere un esfuerzo continuo del sistema dirigido a objetivos (corteza prefrontal, estriado dorsomedial) para supervisar e inhibir o redirigir el comportamiento habitual.
Conclusión
A pesar de nuestros avances en la comprensión de cómo se representa el hábito en el cerebro y el papel que podría desempeñar en los trastornos conductuales compulsivos, aún nos queda un largo camino para comprender cómo estos circuitos contribuyen al desarrollo de enfermedades psiquiátricas importantes y cómo podríamos aprovechar este conocimiento para desarrollar tratamientos más efectivos. Al mismo tiempo, más allá de sus implicaciones para la enfermedad, estudiar cómo el cerebro equilibra los hábitos y los objetivos puede proporcionar información sobre una de las preguntas más desafiantes sobre el ser humano: ¿hasta qué punto tenemos realmente control sobre nuestro comportamiento? O en otras palabras, ¿somos simplemente criaturas de hábito?
Si quieres conocer otros artículos parecidos a El Cerebro: Fábrica de Hábitos puedes visitar la categoría Neurociencia.
