El Doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford y doctor en Medicina por la Universidad de Granada, Francisco Mora, es una figura prominente en el ámbito de la Neurociencia aplicada a la educación. Catedrático de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid y autor de obras influyentes como «Neuroeducación: solo se puede aprender aquello que se ama», Mora ha dedicado gran parte de su carrera a tender puentes entre el conocimiento del cerebro y las prácticas educativas, defendiendo una visión profundamente humana del aprendizaje.

Su trabajo se centra en la Neuroeducación, un campo emergente que busca aplicar los descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro al proceso de enseñanza y aprendizaje. Mora argumenta con convicción que para enseñar eficazmente, es indispensable comprender cómo aprende el cerebro humano. Utiliza una analogía muy gráfica para ilustrar esta idea: «Intentar enseñar sin conocer cómo funciona el cerebro pronto será como diseñar un guante sin nunca haber visto una mano». Esta frase subraya la necesidad de basar las metodologías pedagógicas en una comprensión sólida de nuestra biología neural.

La Centralidad de las Emociones en el Aprendizaje
Uno de los pilares fundamentales del pensamiento de Francisco Mora es la importancia capital de las emociones en el proceso de aprendizaje. Según su perspectiva, las emociones no son un mero acompañamiento del aprendizaje, sino un motor intrínseco y esencial. Todo lo que somos, pensamos, sentimos y aprendemos es el resultado de la interacción constante entre nuestro cerebro, nuestro cuerpo y el entorno que nos rodea. Dentro de esta interacción, las emociones actúan como un filtro y un potenciador de la información.
La famosa frase que titula uno de sus libros, «solo se puede aprender aquello que se ama», encapsula perfectamente esta idea. Mora sostiene que las experiencias que generan una respuesta emocional positiva (interés, curiosidad, alegría, asombro) son aquellas que el cerebro prioriza, a las que presta atención y que, por lo tanto, tienen una mayor probabilidad de ser consolidadas en la memoria a largo plazo. Por el contrario, las experiencias asociadas a emociones negativas (miedo, aburrimiento, estrés) pueden bloquear o dificultar significativamente el aprendizaje.
Esto implica un cambio de paradigma en la educación. No basta con presentar información de forma lógica y estructurada; es crucial crear un ambiente de aprendizaje que despierte la curiosidad, fomente la participación activa y genere un vínculo emocional positivo con el contenido y con el entorno escolar. La conexión entre el docente y el alumno, el diseño de actividades que sorprendan y motiven, y la gestión adecuada de las emociones en el aula son, desde la visión de Mora, elementos tan importantes como el propio currículo.
El Cerebro: La Base de Nuestra Existencia y Aprendizaje
Francisco Mora enfatiza que el cerebro es el órgano fundamental que moldea nuestra identidad y capacidades. Comprender su funcionamiento, su plasticidad (su capacidad para cambiar y adaptarse) y cómo procesa la información es la clave para optimizar cualquier proceso cognitivo, incluido el aprendizaje y la memoria. La Neurociencia, en este sentido, proporciona herramientas y conocimientos esenciales para educadores y padres.
Desde la perspectiva neurocientífica que Mora promueve, el aprendizaje no es simplemente la acumulación de datos, sino un proceso dinámico que implica la modificación de las conexiones neuronales. La atención, la memoria de trabajo, la consolidación de la memoria y la recuperación de la información son procesos que tienen bases neurales específicas y que pueden ser facilitados o dificultados por diversos factores, muchos de ellos relacionados con el estado emocional y el ambiente de aprendizaje.
Al entender, por ejemplo, cómo funciona la atención (que es selectiva y limitada) o cómo la repetición espaciada ayuda a la memoria, los educadores pueden diseñar estrategias didácticas más efectivas que se alineen con los mecanismos naturales del cerebro para adquirir y retener información. La Neuroeducación, guiada por las ideas de Mora, aboga por una enseñanza que sea respetuosa con los ritmos y procesos biológicos del aprendiz.
Más allá de los procesos cognitivos puros, Francisco Mora pone un fuerte énfasis en la necesidad de una sólida formación ética y en valores desde la infancia. Para él, la educación no se limita a la transmisión de conocimientos académicos; tiene una dimensión fundamental en la formación del ser humano integral y en la construcción de sociedades más justas y cohesionadas.
Mora sostiene que los cambios importantes en las sociedades occidentales dependerán, en gran medida, de nuestra capacidad para reconocer y aceptar que el ser humano es, en esencia, el resultado de lo que la educación hace de él. Esto implica una responsabilidad colectiva en la calidad y el enfoque de la educación que ofrecemos a las nuevas generaciones, asegurando que no solo adquieran habilidades y conocimientos, sino también un fuerte sentido ético y cívico.
La transmisión de valores como el respeto, la empatía, la responsabilidad y la solidaridad es vista por Mora como una tarea esencial que se lleva a cabo principalmente en el entorno educativo y familiar. Esta formación en valores no es algo separado del aprendizaje académico, sino que lo impregna y le da sentido, contribuyendo a formar ciudadanos capaces de contribuir positivamente a la sociedad.
El Maestro: La Joya de la Corona
Dentro de este panorama educativo, Francisco Mora otorga un papel central y fundamental a la figura del maestro. Los considera la «joya de la corona» de un país y los artífices principales de la tarea educativa. Su influencia va mucho más allá de la simple transmisión de contenidos curriculares.
Según Mora, son los maestros quienes, además del conocimiento disciplinar, transmiten sus valores, su pasión y su forma de ver el mundo a los hombres y mujeres del futuro. Son modelos a seguir y figuras clave en el desarrollo emocional y social de los estudiantes. La calidad de un sistema educativo y, en última instancia, el futuro de una sociedad, dependen enormemente de la calidad y la dedicación de sus maestros.
Esta visión resalta la necesidad de invertir en la formación inicial y continua del profesorado, de reconocer socialmente su labor y de proporcionarles las herramientas (incluidas las que ofrece la Neurociencia) para que puedan desempeñar su crucial función de la mejor manera posible. Un maestro inspirado y bien preparado, que entiende cómo funciona el cerebro que tiene delante y que es capaz de conectar emocionalmente con sus alumnos, tiene un impacto transformador.
Preguntas Frecuentes sobre las Ideas de Francisco Mora
¿Quién es Francisco Mora?
Es un reconocido médico y doctor en Neurociencias, catedrático de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid y una autoridad internacional en el campo de la Neuroeducación.¿Qué es la Neuroeducación según Francisco Mora?
Es la aplicación de los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro al proceso de enseñanza y aprendizaje, entendiendo que todo lo que somos y aprendemos es fruto de la interacción entre el cerebro, el cuerpo y el entorno.¿Por qué son importantes las emociones en el aprendizaje para Mora?
Considera que las emociones son fundamentales porque actúan como motor y filtro del aprendizaje. Solo aquello que genera una respuesta emocional positiva (lo que se 'ama' o interesa) capta la atención del cerebro y se aprende y recuerda de forma efectiva.¿Qué papel otorga Mora a los maestros?
Los considera la «joya de la corona» y los artífices fundamentales de la educación, no solo por transmitir conocimiento, sino especialmente por ser transmisores de valores y modelos para los estudiantes.¿Qué defiende Mora sobre la educación en valores?
Sostiene que una sólida formación ética y en valores es esencial para el desarrollo integral de las personas y para el progreso de la sociedad, considerando que el ser humano es, en gran medida, resultado de su educación.
En resumen, Francisco Mora nos invita a repensar la educación desde una perspectiva informada por la Neurociencia, donde las emociones son el punto de partida, el conocimiento del cerebro es la guía, la formación en valores es el propósito y los maestros son los protagonistas esenciales. Su visión humanista de la Neuroeducación ofrece claves valiosas para crear entornos de aprendizaje más efectivos, significativos y alineados con la naturaleza humana, reafirmando que aprender es, ante todo, una experiencia vital que involucra la mente y el corazón.
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