¿Cómo relajar el segundo cerebro?

El Intestino: Nuestro Fascinante Segundo Cerebro

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Durante mucho tiempo, se consideró al cerebro como el único centro de mando del cuerpo. Sin embargo, las investigaciones recientes en neurociencia han revelado la existencia de una red de comunicación compleja y bidireccional entre el sistema nervioso central y el sistema digestivo. Esta conexión, conocida como el eje intestino-cerebro, es tan influyente que ha llevado a referirse al intestino como nuestro 'segundo cerebro'. Aunque el término 'segundo cerebro' también se usa en el ámbito de la organización digital para gestionar información, en este artículo nos centraremos en el fascinante órgano biológico que reside en nuestro abdomen y su profunda relación con nuestra mente.

Hipócrates, el padre de la medicina moderna, ya intuía hace siglos la importancia del intestino al afirmar que "toda enfermedad comienza en el intestino". A finales del siglo XVIII, se hablaba del "gran cerebro abdominal", reconociendo la vasta red nerviosa que controla las funciones digestivas. Hoy, gracias a los avances científicos, entendemos mejor esta intrincada relación y las múltiples formas en que el intestino y el cerebro se influyen mutuamente, desde la digestión hasta el estado de ánimo y la cognición.

¿Qué función tiene el segundo cerebro?
Conocido con el nombre de “segundo cerebro”, el intestino tiene 200 millones de neuronas (sistema nervioso entérico), alberga miles de millones de bacterias intestinales y se comunica constantemente con nuestro cerebro y viceversa.
Índice de Contenido

El Eje Intestino-Cerebro: Una Conexión Vital

El eje intestino-cerebro es una red de comunicación que vincula el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso entérico (SNE), un sistema nervioso extenso y semi-autónomo ubicado en las paredes del tracto gastrointestinal. Se estima que el SNE contiene más neuronas que la médula espinal, lo que subraya su complejidad y su capacidad para operar de forma independiente, controlando aspectos vitales de la digestión como la motilidad, las secreciones y el flujo sanguíneo intestinal.

Esta comunicación no es una calle de sentido único. Si bien el cerebro principal envía señales al intestino para regular sus funciones, el intestino, y de manera crucial su vasta población de microorganismos conocida como la microbiota, envía constantemente información de vuelta al cerebro. Un malestar estomacal puede afectar nuestro estado de ánimo, y, a la inversa, el estrés o la ansiedad pueden manifestarse como síntomas digestivos. Esta interacción bidireccional es fundamental para mantener tanto la salud digestiva como la mental.

Las Vías de Comunicación Bidireccional

La comunicación entre el intestino y el cerebro se realiza a través de diversas vías, que trabajan en conjunto para transmitir señales e información:

Vía Neuronal: El Nervio Vago

El nervio vago es el nervio autónomo más largo del cuerpo y actúa como la autopista principal de comunicación directa entre el cerebro y el intestino. Originándose en el tronco encefálico, "vaga" por el cuello, tórax y abdomen, inervando múltiples órganos, incluido el tracto digestivo hasta el colon. El nervio vago transmite señales sensoriales del intestino al cerebro (por ejemplo, información sobre la distensión o la presencia de nutrientes) y señales motoras del cerebro al intestino (regulando la motilidad y las secreciones).

Sorprendentemente, la mayor parte de las fibras del nervio vago (aproximadamente el 80%) son aferentes, es decir, transportan información desde el intestino hacia el cerebro. Esto significa que el intestino está enviando más mensajes al cerebro de los que el cerebro envía al intestino. Esta vía neural rápida y directa permite una comunicación casi instantánea sobre el estado del tracto digestivo, influyendo en funciones vitales como la frecuencia cardíaca y desempeñando un papel importante en la regulación de respuestas fisiológicas y conductuales.

¿Qué es tener un segundo cerebro?
Es una forma de ampliar nuestra memoria por medio de herramientas tecnológicas. Podrás crear y manejar todo tu repertorio de manera digital y externa, para tener un registro de lo que aprendes y los recursos de donde proviene toda esa información, que en algún momento puedes necesitar.

Vía Hormonal y Metabólica: Mensajeros Químicos en Circulación

Las células del intestino, así como la microbiota intestinal, son capaces de producir y liberar una amplia variedad de moléculas químicas que actúan como mensajeros. Estos incluyen:

  • Neurotransmisores: Sustancias como la serotonina, la dopamina y el GABA (ácido gamma-aminobutírico), conocidos por su papel en el cerebro para regular el estado de ánimo, el placer, la motivación y la relajación, son producidos en gran cantidad en el intestino. De hecho, se estima que alrededor del 90% de la serotonina del cuerpo se sintetiza en el intestino. Aunque estos neurotransmisores microbianos no cruzan fácilmente la barrera hematoencefálica, pueden actuar sobre células intestinales que, a su vez, transmiten la señal al sistema nervioso central a través de vías neuronales.
  • Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC): Son sustancias beneficiosas producidas por la fermentación bacteriana de la fibra dietética en el colon. Los principales AGCC son el acetato, el propionato y el butirato. Estos compuestos son capaces de cruzar la barrera hematoencefálica y actuar directamente en el cerebro, influyendo en áreas implicadas en la regulación del apetito, el metabolismo energético y la excitabilidad neuronal (por ejemplo, regulando los niveles de GABA). El butirato es una fuente de energía crucial para las células del colon y puede tener efectos protectores. El propionato regula la saciedad y el acetato participa en el metabolismo de lípidos y colesterol, afectando también la regulación del apetito.
  • Otras Hormonas Intestinales: El intestino libera diversas hormonas que regulan el apetito y la saciedad, como la ghrelina (que promueve el hambre) y el péptido YY (PYY, que inhibe la ingestión). Estas hormonas viajan por la sangre y actúan sobre el hipotálamo y otros centros cerebrales que controlan la ingesta de alimentos, estableciendo un diálogo complejo con los sistemas homeostásico y hedónico del cerebro.

Esta vía sistémica, a través de la circulación sanguínea, permite que las señales químicas producidas en el intestino lleguen a diversas partes del cerebro, influyendo en una amplia gama de funciones.

Vía Inmunitaria: El Ejército Intestinal y sus Mensajeros

El sistema inmunitario intestinal, conocido como GALT (Tejido Linfoide Asociado al Intestino), es el más grande del cuerpo y juega un papel crucial en la interacción con la microbiota y los patógenos. Las bacterias intestinales y los AGCC pueden estimular las células inmunes del GALT. Estas células liberan mensajeros químicos llamados citoquinas (como interleucinas e interferón), que pueden viajar por la sangre, cruzar la barrera hematoencefálica e influir en el cerebro. Las citoquinas proinflamatorias, en particular, pueden afectar áreas cerebrales implicadas en la respuesta al estrés y el estado de ánimo, contribuyendo a la conexión entre la inflamación intestinal y trastornos como la ansiedad o la depresión. Esta vía resalta cómo el estado inflamatorio o la salud inmunológica del intestino pueden impactar directamente la función cerebral.

El Papel Crucial de la Microbiota Intestinal

La microbiota intestinal no es solo un conjunto de habitantes pasivos; es un actor fundamental en el eje intestino-cerebro. Estudios en animales "libres de gérmenes" (sin microbiota) han demostrado que la ausencia de bacterias intestinales altera significativamente el desarrollo del cerebro, la formación de neuronas y conexiones, la velocidad de las señales neuronales, la memorización, la conducta social y la regulación de hormonas del estrés como el cortisol. Sin una microbiota adecuada, el cerebro parece ser más vulnerable y menos funcional.

Una microbiota sana y diversa (eubiosis) es esencial para la producción de AGCC y neurotransmisores beneficiosos, la modulación del sistema inmune y la comunicación efectiva con el cerebro. Por el contrario, un desequilibrio en la composición o función de la microbiota (disbiosis) se ha asociado con una variedad de trastornos, incluyendo problemas digestivos (como el síndrome del intestino irritable), obesidad, trastornos metabólicos, y crecientemente, con trastornos neuropsiquiátricos como la ansiedad, la depresión, el autismo, la enfermedad de Alzheimer y el Parkinson. Si bien la causalidad directa en humanos aún se investiga, la evidencia de la asociación es cada vez más fuerte.

¿Cómo influye la mente en la alimentación?
Por ejemplo, es común que algunas personas recurran a la comida como una forma de manejar emociones negativas, lo que se conoce como "hambre emocional". Este comportamiento puede llevar a patrones de alimentación poco saludables y, con el tiempo, a problemas como el sobrepeso o trastornos alimentarios.

Cómo el Cerebro Influye en el Intestino

La comunicación es bidireccional. El cerebro, a través del sistema nervioso autónomo (que incluye el nervio vago y el sistema nervioso simpático), ejerce una influencia constante sobre el intestino. El estado mental, particularmente el estrés crónico, puede tener efectos profundos en la función intestinal. El estrés activa la liberación de hormonas como el cortisol, que pueden alterar la motilidad intestinal, aumentar la permeabilidad de la pared intestinal (permitiendo el paso de sustancias no deseadas al torrente sanguíneo) y modificar la composición de la microbiota. Esta alteración inducida por el estrés puede perpetuar un ciclo negativo, donde la disbiosis y la inflamación intestinal envían señales de vuelta al cerebro, exacerbando el estrés y los síntomas de ansiedad o depresión. Es por esto que el malestar estomacal o intestinal a menudo acompaña a periodos de alta tensión emocional.

Regulación Cerebral de la Ingestión de Alimento (La Interacción Eje-Cerebro en Acción)

La compleja regulación de la ingestión de alimento es un claro ejemplo de la integración entre el cerebro principal y las señales que recibe del intestino y el estado metabólico del cuerpo. Varios sistemas cerebrales trabajan en conjunto:

  • Sistema Homeostásico: Centrado en el hipotálamo, regula el hambre y la saciedad basándose en las necesidades energéticas del cuerpo. Núcleos como el arcuato (con neuronas NPY/AgRP que promueven el apetito y POMC/CART que promueven la saciedad) y el hipotálamo lateral (con neuronas orexinérgicas y MCHérgicas que promueven la ingesta) responden a señales hormonales del intestino y el tejido adiposo (ghrelina, leptina, PYY), así como a los AGCC producidos por la microbiota.
  • Sistema Hedónico: Compuesto principalmente por el área tegmental ventral (ATV) y el núcleo accumbens (NAc), este sistema de recompensa genera la sensación subjetiva de placer al comer. Se activa mediante la liberación de dopamina en el NAc. Las señales de apetito (como las orexinas) pueden activar este sistema, mientras que las señales de saciedad (como la leptina) pueden reducir su actividad. El placer no es solo una respuesta a la necesidad, sino un constructo cerebral que refuerza la conducta de ingesta de alimentos sensorialmente placenteros (sabor, olor, textura), que están asociados evolutivamente con beneficios energéticos.
  • Sistemas de Cuidado y Selección: La amígdala y el lóbulo de la ínsula participan en la selección de alimentos basándose en la experiencia y la percepción de sabores (información que llega a través del núcleo del tracto solitario, NTS, que recibe señales de los nervios gustativos). Estos sistemas nos ayudan a identificar alimentos seguros y deseables.
  • Corteza Prefrontal y Sistemas Ejecutivos: La corteza prefrontal, incluida la corteza órbitofrontal, participa en la preferencia por un alimento sobre otro y en la toma de decisiones sobre qué, cuándo y dónde comer. Estos sistemas son cruciales para la planificación y el control de la conducta alimentaria. Curiosamente, la función de estos sistemas ejecutivos puede verse afectada por la dieta y el estado metabólico; por ejemplo, la obesidad se asocia con déficits en tareas cognitivas que implican toma de decisiones, memoria e inhibición.

Estos sistemas cerebrales interactúan constantemente, recibiendo información directa e indirecta del intestino y la microbiota, para regular no solo la ingesta de alimento sino también procesos cognitivos y emocionales.

La Conexión Cognición-Alimentación

Las mismas sustancias químicas que regulan el apetito a través del eje intestino-cerebro también influyen en la cognición. Las orexinas, por ejemplo, aumentan la excitabilidad de la corteza prefrontal y activan sistemas colinérgicos que mejoran la atención y la memoria. Los estudios han demostrado que la administración de orexina puede mejorar el desempeño cognitivo en condiciones de privación del sueño. De manera similar, la leptina, una hormona de la saciedad producida por el tejido adiposo que interactúa con el hipotálamo y el sistema hedónico, también facilita el aprendizaje espacial y procesos de plasticidad sináptica en el hipocampo. Esto subraya que la salud metabólica y la calidad de la dieta, mediadas en parte por el eje intestino-cerebro, tienen un impacto directo en nuestras capacidades cognitivas.

La Teoría de la Alimentación

Según una perspectiva neurocognitiva, la dieta que adoptamos y preferimos se establece en gran medida durante las primeras etapas de la vida a través del aprendizaje y la influencia cultural, de manera similar a cómo aprendemos un lenguaje. Esta "Teoría de la Alimentación" sugiere que, una vez consolidados estos patrones dietéticos, cambiarlos puede ser una tarea considerablemente difícil, incluso frente a problemas de salud como el síndrome metabólico. Esto resalta la importancia de establecer hábitos alimenticios saludables desde la infancia, reconociendo que la dieta no es solo una cuestión de nutrición, sino también un comportamiento complejo arraigado en procesos cognitivos y de aprendizaje influenciados por el eje intestino-cerebro.

¿Qué es el cerebro de un ciclóstomo?
Externamente, el cerebro de los ciclóstomos actuales consta de un ensanchamiento rostral bilateralmente simétrico, el prosencéfalo (telencéfalo), cada lado del cual está compuesto por un bulbo olfatorio y un hemisferio cerebral (Figura 2). Cada hemisferio está conectado al diencéfalo, un único hemisferio bipartito.

Cuidando tu Segundo Cerebro (El Intestino)

Dada la profunda conexión entre la salud intestinal y la salud cerebral, cuidar de nuestra microbiota y nuestro intestino es fundamental para el bienestar general. Aquí hay algunas estrategias basadas en la evidencia:

  • Dieta Rica en Fibra: Consume una amplia variedad de carbohidratos accesibles a la microbiota (MAC), principalmente fibra fermentable, soluble y celular. Frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales nutren las bacterias beneficiosas que producen AGCC.
  • Equilibrio de Grasas Saludables: Asegura una ingesta adecuada de ácidos grasos omega-3 (pescado, semillas de lino, chía, nueces) y modera el consumo de omega-6, manteniendo un equilibrio adecuado (proporción w-3/w-6). Los omega-3 promueven una mayor diversidad en la microbiota.
  • Alimentos Fermentados y Probióticos: Incorpora alimentos naturalmente fermentados como kéfir, yogur con cultivos vivos, chucrut, kimchi, tempeh y miso, que contienen microorganismos beneficiosos. Si se considera necesario, bajo asesoramiento profesional, los suplementos probióticos específicos pueden ser útiles, aunque se necesita más investigación sobre cepas y dosis para condiciones particulares.
  • Variedad y Calidad Nutricional: Prioriza una dieta diversa y rica en micronutrientes (vitaminas, minerales, polifenoles). Cuanto mayor sea la variedad de alimentos y colores en tu plato, mejor nutrirás tanto a tu cuerpo como a tu microbiota.
  • Hidratación Adecuada: Bebe suficiente agua a lo largo del día. Evita bebidas azucaradas y modera el consumo de alcohol, que puede dañar la barrera intestinal y alterar la microbiota.
  • Ejercicio Físico Regular: La actividad física se asocia con una microbiota más diversa y saludable, además de mejorar la función inmunológica y reducir el estrés, factores que benefician el eje intestino-cerebro.
  • Gestión del Estrés: Dado el impacto negativo del estrés en la permeabilidad intestinal y la microbiota, practicar técnicas de relajación como meditación, yoga o mindfulness es crucial para mantener un intestino sano.
  • Sueño de Calidad: Mantener ritmos circadianos saludables y asegurar 7-9 horas de sueño por noche es vital. La falta de sueño puede afectar negativamente la microbiota y aumentar la inflamación.

Cuidar de nuestro intestino implica adoptar un estilo de vida saludable que nutra la microbiota y minimice los factores que pueden alterar su equilibrio.

Tabla: Vías de Comunicación del Eje Intestino-Cerebro

Vía de ComunicaciónComponentes PrincipalesSeñales TransmitidasDirección de la Comunicación
NeuronalNervio Vago, Neuronas del SNESeñales sensoriales (distensión, nutrientes), Señales motoras (motilidad, secreción)Bidireccional (predominantemente intestino → cerebro)
Hormonal/MetabólicaMicrobiota, Células enteroendocrinas, SangreNeurotransmisores (serotonina, dopamina, GABA), AGCC (acetato, propionato, butirato), Hormonas (ghrelina, leptina, PYY)Bidireccional
InmunitariaCélulas inmunes (GALT), SangreCitoquinas (interleucinas, interferón), AnticuerposBidireccional

Preguntas Frecuentes sobre el Eje Intestino-Cerebro

¿Qué tiene que ver el intestino con el cerebro?
El intestino y el cerebro están conectados a través de un sistema de comunicación bidireccional llamado eje intestino-cerebro. Esta conexión les permite influirse mutuamente a través de vías nerviosas, hormonales, metabólicas e inmunitarias, afectando desde la digestión hasta el estado de ánimo y la cognición.
¿Qué es el eje intestino-cerebro?
Es la red de comunicación que vincula el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) con el sistema nervioso entérico (el "segundo cerebro" en el intestino), e incluye la interacción con la microbiota intestinal, el sistema inmune y las vías hormonales/metabólicas.
¿Cómo produce serotonina el intestino?
Las células neuroendocrinas ubicadas en la pared del intestino son las principales productoras de serotonina en el cuerpo, sintetizando aproximadamente el 90% del total. La microbiota intestinal también puede influir en esta producción.
¿Qué parte del cerebro controla el colon?
El sistema nervioso entérico (SNE), a menudo llamado el "segundo cerebro", tiene un control significativo y semi-autónomo sobre las funciones del colon y el resto del tracto digestivo, incluyendo la motilidad, las secreciones y el flujo sanguíneo. Sin embargo, el cerebro principal (SNC) también modula estas funciones.
¿Cómo relajar nuestro segundo cerebro?
Relajar el intestino, o "segundo cerebro", implica reducir el estrés, ya que este afecta directamente la función intestinal. Técnicas de gestión del estrés como la meditación o el yoga, el ejercicio físico regular, una buena higiene del sueño y, de forma más directa, masajes abdominales suaves pueden ayudar a calmar el sistema digestivo.
¿Qué provoca el estrés en el intestino?
El estrés puede alterar la motilidad intestinal, aumentar la permeabilidad de la pared intestinal (intestino permeable) y modificar la composición de la microbiota, favoreciendo la disbiosis y la inflamación. Esto puede manifestarse como dolor, hinchazón, cambios en el tránsito intestinal y otros síntomas digestivos.
¿Por qué se le llama "segundo cerebro" al intestino?
Se le llama "segundo cerebro" debido a la complejidad del sistema nervioso entérico (SNE) que reside en sus paredes, el cual contiene más neuronas que la médula espinal y puede operar de forma relativamente independiente del cerebro principal para controlar la digestión. Además, la extensa comunicación bidireccional con el SNC y su influencia en diversas funciones corporales y mentales justifica esta analogía.
¿Qué son los psicobióticos?
Los psicobióticos son organismos vivos (probióticos) que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, pueden ejercer un beneficio en la salud mental al interactuar con el eje intestino-cerebro y modificar la composición o función de la microbiota intestinal.

Conclusión

La noción de que el intestino es simplemente un tubo para procesar alimentos está completamente desfasada. El intestino, con su intrincado sistema nervioso entérico y su vasta y diversa población de microbiota, actúa como un verdadero "segundo cerebro", conectado de forma vital con nuestro cerebro principal. Esta comunicación bidireccional a través de vías neuronales, hormonales, metabólicas e inmunitarias influye en nuestra digestión, metabolismo, estado de ánimo, comportamiento, función inmunológica y capacidades cognitivas.

Comprender la importancia de este eje intestino-cerebro nos invita a adoptar una perspectiva más holística de la salud. Cuidar de nuestra microbiota intestinal a través de una dieta rica en fibra y alimentos variados, gestionar el estrés, asegurar un buen descanso y mantenernos activos no solo beneficia nuestra salud digestiva, sino que es esencial para optimizar nuestra salud cerebral y bienestar general. La relación entre el intestino y el cerebro es un recordatorio fascinante de la interconexión de nuestro cuerpo y la necesidad de nutrirlo integralmente.

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Jesús Porta Etessam

Soy licenciado en Medicina y Cirugía y Doctor en Neurociencias por la Universidad Complutense de Madrid. Me formé como especialista en Neurología realizando la residencia en el Hospital 12 de Octubre bajo la dirección de Alberto Portera y Alfonso Vallejo, donde también ejercí como adjunto durante seis años y fui tutor de residentes. Durante mi formación, realicé una rotación electiva en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center.Posteriormente, fui Jefe de Sección en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y actualmente soy jefe de servicio de Neurología en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Tengo el honor de ser presidente de la Sociedad Española de Neurología, además de haber ocupado la vicepresidencia del Consejo Español del Cerebro y de ser Fellow de la European Academy of Neurology.A lo largo de mi trayectoria, he formado parte de la junta directiva de la Sociedad Española de Neurología como vocal de comunicación, relaciones internacionales, director de cultura y vicepresidente de relaciones institucionales. También dirigí la Fundación del Cerebro.Impulsé la creación del grupo de neurooftalmología de la SEN y he formado parte de las juntas de los grupos de cefalea y neurooftalmología. Además, he sido profesor de Neurología en la Universidad Complutense de Madrid durante más de 16 años.

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