En el vertiginoso ritmo de la vida moderna, es común sentirnos abrumados y constantemente cansados. A menudo, aceptamos más compromisos y retos de los que realmente podemos manejar, lo que nos lleva a un estado de agotamiento que no solo afecta nuestra energía física, sino también nuestra disposición emocional hacia quienes nos rodean. Nazareth Castellanos, investigadora en neurociencia, aborda esta realidad, sugiriendo que parte de nuestro malestar proviene de una falta de voluntad para “renunciar a aquello que nos enferma”, una idea que resuena con antiguas sabidurías y que la neurociencia actual comienza a respaldar con datos concretos.

El Precio de Aceptar Demasiado
La sensación de estar “cansado” o “no poder más” se ha convertido en una queja frecuente en nuestra sociedad. Nazareth Castellanos señala que, en ocasiones, este agotamiento no es solo una consecuencia inevitable del trabajo duro o las múltiples responsabilidades (los hijos, las largas distancias, el cúmulo de tareas), sino también el precio que pagamos por no establecer límites, por aceptar constantemente más de lo que nuestra capacidad real permite. Es como si llenáramos nuestra “mochila” vital con demasiadas piedras, llegando un punto en que el peso se vuelve insoportable.

Esta perspectiva nos invita a una introspección: ¿a qué estamos aferrándonos que nos está agotando? ¿Hay actividades, compromisos o incluso patrones de pensamiento a los que nos resistimos a renunciar, a pesar de que claramente minan nuestra energía y bienestar? La sabiduría ancestral, citada por Castellanos a través de una frase atribuida a Hipócrates – “Antes de sanar a alguien, pregúntale si está dispuesto a renunciar a aquello que le enferma” –, subraya la profunda conexión entre nuestra salud (física y mental) y nuestras elecciones, incluida la elección de soltar aquello que nos daña. El cansancio inmenso y una expresión emocional que no es la mejor ante nuestros seres queridos son, según esta visión, consecuencias directas de no querer renunciar a ciertas cargas.
Sin embargo, es fundamental reconocer que el contexto actual también juega un papel crucial. La velocidad con la que vivimos, la cantidad de información que procesamos, las exigencias laborales y personales, todo contribuye a una carga cognitiva y emocional significativa. No se trata solo de una “mala gestión” individual, sino de un entorno que nos empuja constantemente a hacer más, a estar disponibles en todo momento. Es en este escenario donde la neurociencia aporta una luz reveladora sobre uno de los mayores drenajes de nuestra energía mental: la falta de presencia.
La Trampa de la Mente Divagante
Uno de los hallazgos más impactantes que Nazareth Castellanos destaca, basándose en la investigación neurocientífica, es el fenómeno de la mente divagante. ¿Cuántas veces nos encontramos físicamente realizando una tarea – caminando, comiendo, conversando – mientras nuestra mente está en otro lugar? Pensamos en lo que tenemos que hacer después, en un correo electrónico que no hemos respondido, en una preocupación del futuro o un recuerdo del pasado. Estamos presentes en cuerpo, pero ausentes en mente.
Esta disociación entre la actividad actual y el foco de nuestra atención mental es, según la literatura científica, una fuente considerable de agotamiento y malestar. La sensación de tener que hacer “cinco mil cosas más” mientras intentamos concentrarnos en una sola tarea es una experiencia común que genera ansiedad y dispersa nuestra energía mental. Es como tener múltiples programas ejecutándose en segundo plano en un ordenador, ralentizando el proceso principal y consumiendo recursos valiosos.
El Estudio Clave de Harvard: Una Mente Divagante es una Mente Infeliz
Para ilustrar el impacto de esta divagación mental, Nazareth Castellanos hace referencia a un estudio seminal realizado por la Universidad de Harvard, publicado en el año 2012. Esta investigación arrojó un dato sorprendente y preocupante: las personas pasamos, en promedio, el cuarenta y siete por ciento del tiempo que estamos despiertos haciendo una cosa y nuestra mente pensando en otra. ¡Casi la mitad de nuestro día consciente! Este hallazgo subraya cuán prevalente es este estado de dispersión mental en nuestra vida cotidiana.
Lo más relevante de este estudio, y lo que le dio su contundente título, es la conclusión a la que llegaron sus autores: “Una mente divagante es una mente infeliz”. Esta afirmación no es una mera observación filosófica, sino el resultado de correlacionar el estado de la mente (si estaba enfocada en la tarea actual o divagando) con el estado emocional reportado por los participantes en ese preciso momento.

¿Por Qué la Divagación Nos Hace Infelices?
El estudio de Harvard, al que alude Nazareth Castellanos, proporciona una explicación clave de por qué la divagación mental se asocia con la infelicidad. Lo que observaron es que cuando estamos realizando una tarea que de por sí puede ser un poco desagradable, incómoda o simplemente no nos gusta, y nuestra mente comienza a divagar – saltando de un pensamiento a otro, preocupándose por el futuro, rumiando el pasado – esa tarea se vuelve aún más desagradable. La dispersión mental no alivia la incomodidad; la amplifica.
Es contraintuitivo. Podríamos pensar que “escapar” mentalmente de una situación incómoda nos haría sentir mejor, pero la evidencia sugiere lo contrario. Al no estar plenamente presentes en la experiencia actual, por incómoda que sea, nuestra mente tiene rienda suelta para explorar otros pensamientos, que a menudo son preocupaciones, arrepentimientos o ansiedades. Este “viaje” mental constante nos aleja de la realidad inmediata (que podría no ser tan terrible si la afrontamos con presencia) y nos sumerge en un mar de pensamientos que, en su mayoría, tienen una carga emocional negativa o neutra, rara vez positiva según el estudio.
Por lo tanto, la neurociencia, a través de estudios como el de Harvard, respalda la idea de que la capacidad de mantener la atención en el momento presente no es solo una habilidad para mejorar la productividad, sino una base fundamental para nuestro bienestar emocional. La constante multitarea mental, el estar en un sitio pero con la cabeza en otro, no solo nos agota (contribuyendo al cansancio), sino que también tiñe nuestras experiencias de una ligera, o a veces intensa, capa de infelicidad.
Preguntas Frecuentes sobre la Mente Divagante y el Cansancio
- ¿Qué relación hay entre la mente divagante y el cansancio según Nazareth Castellanos?
- Según la perspectiva que ella presenta, la mente divagante es una de las principales causas de agotamiento mental. Estar pensando en múltiples cosas a la vez, en lugar de enfocarse en la tarea actual, consume una gran cantidad de energía cognitiva y contribuye a la sensación de estar abrumado y cansado.
- ¿Qué porcentaje del tiempo pasamos con la mente divagante?
- Un estudio de la Universidad de Harvard de 2012, citado por Nazareth Castellanos, encontró que las personas pasan aproximadamente el 47% de su tiempo despiertas con la mente divagando, es decir, pensando en algo distinto a lo que están haciendo en ese momento.
- ¿Por qué se dice que una mente divagante es una mente infeliz?
- El mismo estudio de Harvard observó que cuando la mente divaga, las personas tienden a reportar un estado emocional menos positivo. La divagación a menudo lleva a pensamientos sobre preocupaciones, arrepentimientos o tareas pendientes, lo que amplifica la sensación de desagrado, especialmente durante actividades que ya son de por sí incómodas.
- ¿Qué significa 'renunciar a aquello que nos enferma' en este contexto?
- Basado en la frase atribuida a Hipócrates y mencionada por Castellanos, puede interpretarse como la necesidad de identificar y soltar aquellas cargas, compromisos, pensamientos recurrentes o hábitos que nos restan energía y bienestar, contribuyendo a nuestro agotamiento y malestar, incluida la tendencia a la divagación mental.
Conclusión: La Presencia como Antídoto
La visión que Nazareth Castellanos comparte, fundamentada en la neurociencia, nos ofrece una poderosa clave para entender nuestro cansancio y malestar en la era moderna. Más allá de la carga de trabajo objetiva, una parte significativa de nuestro agotamiento proviene de cómo gestionamos nuestra atención. La constante divagación mental, el estar a medias en cada actividad, no solo nos impide disfrutar plenamente del presente, sino que activamente contribuye a un estado de infelicidad y a que las tareas, incluso las neutrales, se sientan más pesadas y desagradables.
Reconocer que casi la mitad de nuestro tiempo consciente lo pasamos con la mente en otro lugar es un llamado de atención. La neurociencia, al igual que antiguas prácticas contemplativas, sugiere que cultivar la capacidad de estar presentes, de anclar nuestra atención en la tarea o experiencia actual, podría ser uno de los antídotos más efectivos contra el agotamiento mental y la insatisfacción. Aprender a enfocar nuestra mente, incluso en medio del ajetreo, y tener la valentía de renunciar a aquello que, aunque parezca importante, nos “enferma” o agota innecesariamente, son pasos cruciales hacia un mayor bienestar, respaldados por la ciencia del cerebro.
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